lunes, 4 de febrero de 2013

Conversaciones con el desasosiego


“La desconfianza es una forma correcta de disimular la cobardía” (Piterborg)

“El miedo generalmente se manifiesta de dos maneras: a través de la agresividad o a través de la sumisión.” (Paulo Coelho)

“Es tan grande el daño que hace al hombre la inseguridad, que llega un momento en el que cambia su personalidad.”(Anónimo)



-Edu, hijo, ayúdame a recoger la mesa o encárgate de lavar los platos.
-Que si mamá, que ahora voy, que pesada que eres.
-¿Cómo que pesada? ¿Es que lo tengo que hacer yo todo?
-¿Y si nos lo echamos a suertes?
-Hijo, me tienes hasta el gorro, ya tienes 20 años, ¿cuando vas a empezar a comportarte como un hombre?
-Jo, mamá, ya estas otra vez, me quieres dejar tranquilo.
-Pues no, ya que tu no te preocupas lo tendré que hacer yo, ¿no?
-Déjame mamá, eres muy pesada.
-No haces más que perder el tiempo, te encierras en tu habitación y no haces nada. Ponte a enviar curriculums por lo menos, búscate un poco la vida.
-Ya te he dicho que si, que lo haré, pero deja de darme la vara.
-Hijo, no me engañes, y hazlo.
-Que te vayas! Déjame tranquilo.
-Tienes que ser un hombre de provecho, tienes que ganar tu dinero, tienes que buscar trabajo. Inténtalo por lo menos.
-Ya lo sé. Además sé que tú no me quieres dar dinero.
-Es porque tienes que conseguirlo por tus propios medios, es para que espabiles.
-Mamá, estoy cansado de que me digas todo el tiempo lo que tengo que hacer.
-Mientras te comportes como un niño, tendré que seguir haciéndolo.
-De verdad, mamá, márchate, déjame tranquilo.
-Es que no me puedo fiar de ti, estoy preocupada por ti.
-Bufff! Deja de agobiarme.
-Te vas a tener que marchar de esta casa, e irte a vivir solo, verás como entonces te espabilas.
-Mamá, tu estás mal.
-Si no aprendes por las buenas, tendrás que aprender por las malas.
-Para ya, déjalo ya!
-Y si no encuentras algo decente y barato, te tendré que cobrar por vivir aquí.
-¿Lo dices en serio?
-Claro!
-Mira, mamá, me voy a dar una vuelta, no te aguanto!
-Sí, claro, ahora vete, para no escuchar lo que te conviene escuchar.
-¿Pero tú te oyes?
-Ni trabajas, ni estudias, ni sales de la habitación, no puedes seguir así.
-Eres tú, mamá, estoy harto de oírte!
-Y yo harta de aguantarte y ver como malgastas tu vida.
-Mamá, me estoy empezando a enfadar, cállate ya por favor.
-Está bien, me callo, pero tú ya sabes lo que tienes que hacer.
-Yo te quiero mamá, pero a veces te estrangularía.
-Yo también te quiero hijo, pero ya no sé que hacer contigo.
-No me digas nada mamá.
-Ojalá no hiciera falta hijo, pero me tengo que preocupar ya que tu no lo haces.
-Ya me buscaré la vida mamá, déjame y no te preocupes.
-Si no haces nada de nada, me estas engañando, solo sales para emborracharte con tus amigos.
-Vete mamá, vete ya.
-Me voy pero mira a ver lo que haces.
-Siiii..., mamá.

El desasosiego es un arma implacable, porque es invisible, es transparente, inocua, irreconocible. La madre no se da cuenta de lo que está haciendo, está verdaderamente preocupada por su hijo, cree que va a pasar realmente problemas en su vida sino se espabila. El hijo está molesto y agobiado pero solo percibe la preocupación de su madre. Lo que se está cocinando sin ninguno darse cuenta es un plato de inseguridad para toda la vida del hijo, creada por la propia inseguridad inconsciente de la madre. La madre conseguirá todo lo contrario de lo que busca para su hijo, con esa actitud conseguirá que su hijo desconfíe de sí mismo, de su capacidad y de su valor. Probablemente la madre toda su vida haya actuado igual. 

El hijo siente inconscientemente rechazo porque está constantemente enjuiciado y eso le anulará su personalidad y su poder para ser realmente una persona de provecho segura de sí misma. Detrás del desasosiego de la madre se esconde una personalidad miedosa, desconfiada y soberbia, que cree saber siempre que es lo que deben de hacer los demás, y que está gobernada por sus miedos. Si descubre el orgullo en su actitud, su inseguridad y su desasosiego podrán empezar a desaparecer, pues soberbia e inseguridad siempre van de la mano y se retro-alimentan. Cuando la madre pueda cambiar la actitud podrá confiar y respetar a su hijo, entonces su hijo y no antes, se sentirá fuerte para cualquier dificultad en la vida, mientras tanto, el hijo se esconderá de su madre y hasta de sí mismo, a no ser que se atreva a buscar el conflicto con ella.
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