martes, 13 de noviembre de 2012

Conversaciones con la modestia


"Sólo avanzada ya mi vida me di cuenta de cuán difícil es decir: "No lo sé"."
William Somerset

“La modestia es la más inocente de las mentiras.” Chamfort

“El verdadero conocimiento de sí mismo haría generalmente muy modesto al individuo”
   Gustave Le Bon



-          Diego, sal por favor a la pizarra y resuelve este ejercicio.
-          Si..vale..voy, pero no sé si sabré...
-          Tu inténtalo, si tu sólo no puedes, lo haremos entre todos.
-          Bueno...
-          [Un rato después]
-          ¡Está perfecto! Muy bien, lo has resuelto perfectamente.
-          Gracias!
-          ¿No decías que no sabrías hacerlo?
-          No estaba totalmente seguro…era por si acaso no sabía.
-          Ahh pillín..¿Te daba miedo no hacerlo bien, eh?
-          Pues… si.. no me gusta hacer el ridículo.. pero si que he sabido resolverlo.
-          ¿Y cual hubiese sido el problema si no lo hubieras resuelto correctamente?
-          No sé, creo que me hubiera dado vergüenza, y a lo mejor tendría también castigo.
-          No Diego, no habría ningún castigo, volveríamos a hacer el ejercicio hasta entenderlo.
-          ¿Pero y si no consigo aprender como se hace?
-          Es cuestión de práctica, antes o después lo conseguirías. No pases pena, no es tu caso. Vuelve a tu sitio.
-          A ver, Gemma, ¿puedes salir tú a la pizarra?
-          Voy.
-          Resuelve el siguiente ejercicio, es similar al anterior.
-          [Un rato después]
-          Ya está! Era muy fácil.
-          Muy bien. ¿Tenias tú el mismo miedo que Diego por no resolver bien el ejercicio?
-          No. Estaba segura que lo resolvería, es que se me dan muy bien estos problemas.
-          ¿Has practicado mucho para que se te den bien?
-          Bueno, si, los deberes de matemáticas me gusta hacerlos.
-          Vale, me alegro. Ya puedes volver a tu sitio.
-          Un último ejercicio. A ver, Víctor, ¿Puedes salir por favor?
-          Si.
-          Te toca resolver el próximo. ¿Crees que podrás hacerlo?
-          No, seguramente que no, no se me dan bien.
-          Bueno, prueba, ¿has estado practicando?
-          Mmm…no, la verdad que no he tenido tiempo.
-          Ya!
-          [Un rato después]
-          Pues creo que el resultado no es correcto. Vamos a repasar entre todos donde podría estar el error. Veamos…. aquí está. ¿Alguien lo ve? ¿Sí? Ok..
-          Creo que voy a tener que practicar más.
-          Si, Víctor, si quieres resolver bien estos ejercicios tienes que practicar más, y preguntar cualquier cosa que no entiendas. Puedes sentarte!
-          Bueno. ¿Hay alguna pregunta sobre este último ejercicio o los anteriores?
-          [Una mano levanta la mano]
-          Si, dime.
-          ¿Por qué los demás profesores nos ponen castigos si no aprendemos y tú no?
-          Vaya, ¡Que buena pregunta!. Ahora te contesto, pero antes… ¿Por qué dirías tu que pasa?
-          No lo sé.
-          [Otra mano levanta la mano]
-          Yo creo que lo sé.
-          ¿Por qué dirías tú que se pone un castigo?
-          Para que me acuerde de que yo no sé hacerlo, y que no se me da bien.
-          ¿Pero tú crees que no puedes hacerlo mejor?
-          No lo sé. Solo sé que no sé hacerlo.
-          Pues ahí tenéis la respuesta a la pregunta. Si os castigo os creéis que no podéis resolver el ejercicio, y lo que yo quiero es que creáis todo lo contrario. Yo quiero que lo intentéis una y otra vez hasta que os sorprendáis resolviéndolo, y que nadie tire la toalla antes de tiempo.
-          ¿Y si nos dieras un premio cada vez que lo hiciéramos bien?
-          ¿Si, eso, de qué serviría un premio? Dímelo tú.
-          Para saber que lo he hecho bien.
-          ¿Y de qué sirve que tu sepas que lo has hecho bien?
-          Pues para no tener que seguir intentándolo, porque ya lo sabría hacer.
-          Correcto. Con los premios dejaríais de seguir intentándolo creyendo que ya sabéis, con los castigos dejaríais de seguir intentándolo creyendo que no sois capaces de conseguirlo. ¿Sabéis decir ahora para qué sirven los castigos y los premios?
-          ¡!!Para nada!!!
-          Muy bien. Hoy hemos aprendido una gran lección. Si queremos saber resolver ejercicios de matemáticas tenemos que hacer tantos ejercicios de matemáticas como podamos, todo lo demás, no sólo no sirve, sino que confunde y son trabas para el aprendizaje. El único premio es que logréis resolver sólos los ejercicios que se plantean. Y si alguien no lo consigue, que no se preocupe, las matemáticas no son para todo el mundo, quizás alguno de vosotros sea un pésimo matemático pero un gran músico, o pintor, o bailarín, o escritor, lo sabréis por el tipo de deberes que más os gusta hacer. 
-          Bueno, se acabó la clase!!!!


La modestia es lo contrario de la arrogancia. Es la cualidad de la persona que no necesita llamar la atención ni demostrar nada, que ni presume de sus aptitudes ni se esconde de sus fracasos. En la conversación, el primer ejemplo, la persona de Diego podría confundirse con modestia, sin embargo no lo es, es falsa modestia, esconde orgullo, le da rabia y miedo equivocarse, no acepta el fracaso. Quiere parecer modesto pero desearía gozar de la seguridad de Gemma, la del segundo ejemplo, quién no es consciente de su arrogancia, y simplemente se hace valer porque lo vale.

El humilde y modesto en verdad es Víctor, el tercer ejemplo, él afronta sin miedo el ejercicio, fracasa y no sufre por ello, no pasa nada. Volverá a intentarlo hasta que le salga bien, o hasta que una persona madura y sensata le anime y oriente a desarrollar su talento en otro campo que no sea las matemáticas. ¿Quién sabe donde está el potencial de una persona que por su corta edad justo está empezando a descubrirse a sí misma? Eso solo lo sabe una persona, y no es ni el profesor ni los padres, por muy observadores que todos sean, y sin desdeñar la labor de orientación necesaria y muy útil de todos ellos. El talento del niño lo conocerá el niño cuando sea consciente de ello y se refleja en todo aquello que hace, en sus juegos, en sus preguntas, en sus gustos. Permitir que un niño busque y encuentre su talento que es innato, es garantía de felicidad para él mismo y todo su entorno. Los premios y castigos son coacciones y chantajes de quienes piensan todavía que el talento se adquiere, y no es así, lo que se adquiere es habilidad, con el talento se nace. 




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